Cómo el cambio climático nos arrebató el derecho a la frescura
El calor ha dejado de ser un simple rasgo del clima en América Latina y el Caribe para convertirse en una amenaza persistente. Lo que antes eran días calurosos dentro de lo normal, hoy se transforman en semanas, incluso meses, de temperaturas sofocantes que rompen récords y deterioran la calidad de vida de millones de personas.
Un reciente informe elaborado por Word Weather Attribution (WWA), Climate Central y el Centro del Clima de la Cruz Roja, evidencia que el cambio climático provocado por la actividad humana ha duplicado la cantidad de días de calor extremo en todo el mundo. México ha sufrido los efectos durante este año, se registraron 82 días de calor extremo, de los cuales 51 fueron provocados por el cambio climático. Las consecuencias se sintieron con fuerza, olas de calor que se extendieron durante semanas, afectando la salud de los más vulnerables, colapsando sistemas eléctricos y alterando rutinas cotidianas en varias regiones del país.
El caso de Panamá resulta especialmente alarmante. Aunque tuvo “solo” 86 días de calor extremo, 83 de ellos se atribuyen directamente al calentamiento global. Una proporción abrumadora que lo coloca como el país más impactado de América Latina y el Caribe en este análisis. Le siguen El Salvador, donde 105 de los 113 días de calor extremo se relacionan con la crisis climática; Venezuela, con 91 de 98 días; y Colombia, con 81 de 88 días.
La científica Kristina Dahl, vicepresidenta de Ciencia en Climate Central, explicó que los datos fueron analizados en base a registros históricos entre 1991 y 2020. Se consideró como “calor extremo” cualquier temperatura más alta que el 90% de lo observado en ese periodo. El estudio también examinó 67 eventos de calor extremo ocurridos entre 2025 y 2026 en diferentes partes del mundo. Todos ellos fueron exacerbados por el cambio climático.
Detrás de cada día adicional de calor extremo hay personas mayores que sufren, niñas y niños que no pueden jugar afuera, trabajadores que se exponen al sol abrasador, familias que no pueden pagar la factura eléctrica de tanto usar el aire acondicionado. El calor cambia la vida, y lo hace de forma desigual, castigando con mayor fuerza a quienes tienen menos recursos para adaptarse.
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